Nominado a Héroe CNN en 2016, Jeison Aristizábal es un joven con parálisis cerebral que ha luchado toda su vida para superar los obstáculos en su camino y ayudar a los niños minusválidos en Cali, su ciudad natal. Hoy atiende a 450 niños, que reciben educación especial, servicios de salud y alimentación, sin costo, gracias a los padrinos que ayudan con la fundación.
Cali/Atlanta. Jun/24/2016. By Laura Klairmont (CNN). “Cuando era un muchacho joven, un médico le dijo a mi mamá que nunca llegaría a nada”, dijo Aristizábal, que creció en una de las zonas más pobres de Cali, Colombia. Su familia proporcionó el apoyo que necesitaba para vivir una vida independiente. Pero pronto se dio cuenta de que había miles de niños con discapacidades físicas y cognitivas en su comunidad que no tuvieron la misma suerte que él. “Muchas familias … están mal informadas. Ellos piensan que es un castigo de Dios,” dijo Aristizábal, de 32 años. “Hay niños que pasan años en la cama … porque sus familias no saben cómo cuidar de ellos.” Durante los últimos 15 años, Aristizábal ha estado trabajando para cambiar las percepciones y dar a los jóvenes con discapacidad un futuro más brillante.
Su organización no lucrativa, ASODISVALLE (Asociación de Personas con Discapacidad del Valle), ofrece una gama de servicios que han ayudado a transformar la vida de cerca de 3.000 jóvenes y sus familias, todos de forma gratuita. Laura Klairmont, de CNN, habló con Aristizábal sobre su trabajo. A continuación se muestra una versión editada y traducida de la conversación.
CNN: ¿Qué te motivo a luchar y crecer?
Jeison Aristizábal: Yo tenía una infancia difícil, siempre lleno de citas y consultas médicas. Tenía que ser testigo de mis padres y rebuscar por dinero para que me llevaran al médico. En algunas ocasiones, mis padres no tuvieron suficiente dinero para pagar la cirugía, así que tuvimos que esperar. Cuando yo estaba en una silla de ruedas, me gustaba ver a otros niños corriendo, jugando y de montar en bicicleta. Creo que fue una de mis mayores motivaciones; tenía que ser capaz de ser como ellos.
Mi madre comenzó a luchar contra ese diagnóstico inicial. Ella me llevó a la terapia física y consiguió muchos tratamientos de diferentes tipos. Fui a una escuela regular, y seguí luchando. Me convertí en presidente de la clase, y empecé a probar a mis amigos, y a mí, que tengo muchos talentos.
CNN: ¿Qué te inspiró para ayudar a otros niños con discapacidades?
Aristizábal: Conocí a un niño en una casa muy pobre, que creció en una cama durante ocho años, y creo que ese chico realmente tocó mi corazón porque me recordaba cuando yo estaba en la misma situación. Empecé a recoger dinero y a pedir la donación de sillas de ruedas para que el muchacho y muchos otros niños pudieran tener al menos facilidad para moverse.
Mi siguiente objetivo era proporcionar terapia física. Le pregunté a mis padres si podíamos trabajar desde su garaje. Tengo una bola, una estera, y me encontré con una chica que estaba terminando su último año de formación de terapia física. Comenzamos con 20 niños, pero los niños siguieron viniendo y viniendo. Con el tiempo me hice cargo de la casa de mis padres. Ahora tenemos nuestro propio centro.
Jeison: un discapacitado que lleva una vida sin barrera
Asodivalle. Jeison fundó la Asociación de Discapacitados del Valle, Asodisvalle, en el barrio Ricardo Balcázar, un poco más allá del ‘Puente de los Mil Días’. Desde afuera parece una casa pequeña. Pero adentro es un gran edificio de cuatro pisos, que han logrado armar como un rompecabezas juntando cinco casas, recibidas de a una a lo largo de los 14 años que lleva funcionando.
Es un sector donde predominan los estratos 1 y 2 (como llaman en Colombia a los más pobres, a los que no les pagan salarios justos). Allí hoy estudian 480 niños con todo tipo de discapacidades, tanto físicas como mentales. Jeison hoy cuenta con la alegría de haber logrado el apoyo de 120 padrinos para dar tratamiento, además de estudio, a estos chicos. Aunque aún no son suficientes, pero tiene la esperanza de que sigan aumentando para ayudar a las cerca de 20.000 personas discapacitadas que hay en Aguablanca.
Este no es un colegio común: además de las aulas de estudio, hay salas de fisioterapia, fonoaudiología y otras terapias. Por toda la fundación se ven sillas de ruedas, elípticas, bicicletas estáticas, balones, colchonetas, camillas. Además, las gradas poco a poco se han transformado en rampas. “Hemos ido construyendo de a poquitos, la gente nos regala lo que puede, así sea un saco de arena”, cuenta Jeison. Ahora el sueño es terminar de construir la quinta casa, donde construirán un parque de juegos que les regalaron hace poco. “Uno siempre debe tener un sueño”, dice. El suyo es que el colegio, que hoy tiene clases solo hasta quinto de primaria, algún día también tenga universidad.
El Garaje. Después de dos meses de estar en cama y luego en silla de ruedas, Jeison, a sus trece años, decidió que aprendería a montar bicicleta. Era una locura, reconoce hoy él mismo. Acababa de recuperarse de su segunda operación para corregir su problema de cadera de nacimiento. María Emilia tenía mucho temor. Le había costado mucho lograr que le hicieran la cirugía. Había tenido que hacer rifas, kermés, vender camisetas y tamales. Todo para comprar los tornillos y platinos que debían ponerle a Jeison. Al final le faltaban alrededor de $500.000, entonces jugó el chance. Jugó el 419. Y ganó $570.000. “Ese día entendí que Dios estaba con nosotros”.
A ella todo le había costado en la vida. Desde la muerte de su esposo, cuando Jeison tenía solo dos años. Desde entonces todos sus esfuerzos se concentraron en criar a sus y hijos y lograr que Jeison tuviera una vida normal. Por eso lo impulsó a que aprendiera. Él salía todas las tardes a practicar y regresaba con el cuerpo lleno de golpes y raspones. “Mi mamá empezó a ponerme sacos encima y doble pantalón, que para amortiguar las caídas”, cuenta entre risas.
Dos meses después, cuando aprendió, comenzó a viajar lejos con su bicicleta. Su mamá no entendía qué era lo que hacía, hasta que un día su esposo (padrastro de Jeison) lo encontró en un barrio lejos del suyo. Ella se enojó mucho y le prohibió volver a salir en las tardes. Entonces Jeison lloraba y entraba en histeria. “Arrojaba cosas contra las paredes. Hasta que un día me explicó: la razón para ir tan lejos era un niño discapacitado como él”.
“Me dijeron que había un niño como yo allá, que no podía caminar. Cuando fui, lo encontré en la cama. No tenía silla de ruedas y se le estaba deformando el cuerpo. Tenía que ayudarlo”, recuerda Jeison.
Jeison ya estaba en bachillerato, al que entró después de que su mamá insistiera en que lo aceptaran a pesar de su condición. Al principio sus compañeros se burlaban y lo llamaban ‘el borracho’, por su particular forma de hablar y caminar. Pero María Emilia le decía que no dejara de ir, que les demostrara quién era. Y con el tiempo se convirtió en personero y líder. Incluso entró a la emisora del colegio, donde aprendió de periodismo.
Y fue gracias a una reportera amiga que consiguió un benefactor que le regaló una silla a su amigo. Ese fue el principio de la aventura. Unos meses después, ya había ayudado a varios chicos del sector y cada vez surgían más. Así que comenzó a llevarlos a la casa, a darles terapia física.
Arrancó con un balón y una colchoneta, en el garaje de la casa. Luego tomó la sala, para las terapias de fonoaudiología. Después el comedor para la terapia ocupacional… y así, poco a poco, la familia quedó reducida a un cuarto. Allí sentados en el segundo piso de su casa, recuerdan esa época. “Este piso lo construimos cuando vimos que ya no cabíamos en el primero. Yo hipotequé la casa para construirlo”, cuenta Emilia. ¿La razón? Ese era el proyecto de vida de su pequeño: “Construimos la familia alrededor de Jeison”.
Cadena de sueños. La primera casa para la fundación la obtuvieron gracias a una carta titulada ‘Una cadena de sueños’, que enviaron al concurso de televisión ‘Tengo una ilusión’. Las otras casas se las han ido donando empresas y amistades. Cadena de Sueños es ahora el título del libro que María Emilia escribió sobre Jeison, un chico extraordinario que ha logrado reconocimientos tales como la Cruz de Caballero del Congreso. El mensaje del libro es puntual, dice ella: “De la mano de Dios todo se puede. Con fe, Él nos ilumina el camino”.
De los primeros lectores han recibido solo agradecimientos: “El libro cambió mi forma de pensar”, dicen. Ella piensa que la gente, por cosas insignificantes, cree que se le acaba la vida. Para ella y para Jeison, la vida es un camino donde los sueños son el motor para saltar cualquier barrera.
Link del reportaje original publicado por el Diario El País de Colombia: http://www.elpais.com.co/elpais/cali/noticias/jeison-discapacitado-vive-vida-sin-barrera