Dos mujeres, protagonistas en la primera entrega de los Premios de Periodismo “Carlos Vélez”, creados por Queenslatino.com

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Angela López, a la izquierda, y Zara Cortés, ganadoras del Premio dd Periodismo Carlos Vélez (Foto: Mauricio Hernández)

Nueva York. Ago/20/2016. Por M. Hernández. Dos mujeres fueron protagonistas de los Premios de Periodismo “Carlos Vélez” entregados el viernes pasado por Javier Castaño, director de la plataforma impresa y digital de QueensLatino.com, en la Librería Barco de Papel: Zaira Cortés, inmigrante mexicana, y Angélica López, estadounidense de padres ecuatorianos. Cada una de ellas recibió mil dólares. El evento se realizó en la Librería Barco de Papel de Jackson Heights, Queens, dentro las iniciativas de este bogotano por motivar a la comunidad a participar a través de la escritura en las inquietudes y necesidades de la Comunidad Latina en Nueva York.

Zaira Cortés, inmigrante mexicana, ganó en la categoría de artículo periodístico con el texto titulado Más allá de las palabras: Sin servicios de traducción para los indígenas en NYC. Angélica López, economista nacida en Nueva York y de padres ecuatorianos, ganó en la categoría de columna con el texto en inglés Latino Brooklynites Decide: If We Can’t Fight Them… We’ll Paint With Them.

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Los jurados fueron los periodistas Javier Castaño y Albor Ruiz, quien trabajó al igual que Carlos Vélez en el Daily News y no pudo asistir a la ceremonia de premiación por quebrantos de salud. Los dos textos ganadores serán publicados en la edición de septiembre del periódico QueensLatino.

“La mayoría de los textos sometidos son muy buenos y esperamos que el periodismo latino de esta ciudad siga creciendo y mejorando”, dijo Ruiz en la intimidad de su apartamento. Los textos ganadores aparecen al final de este artículo tal y como fueron sometidos al concurso.

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Los dos trabajos fueron escogidos entre 28 textos enviados a la redacción del periódico QueensLatino. El concurso fue en honor al periodista Carlos Vélez, un asiduo lector y defensor del periodismo estadounidense, además de crítico agudo de la prensa en español en esta nación. Vélez también fue fundador del Hispanic Media Council, una organización de periódicos en español.

El artículo periodístico de Cortés relata la historia de Francisco Guachiac, de 54 años, un guatemalteco mixteca que solo habla su dialecto indígena k’iche’ (no entiende inglés y no sabe escribir español) y que desapareció durante casi un año en el sistema carcelario de la ciudad de Nueva York. “Su sobrino me pidió que investigara por el paradero de su tío”, dijo emocionada Cortés, quien planea hacer seguimiento a esta historia.

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Guachiac fue detenido en Brooklyn por la policía en abril de 2015, pero la policía no escribió bien su nombre, por lo que era casi imposible encontrarlo. “Debemos, con el don de la palabra, ser intolerantes a la injusticia”, dijo la inmigrante mexicana, que recordó la dureza de los primeros años en los Estados Unidos y la lucha de los latinos por salir adelante.

El premio a la mejor columna fue escrito por la economista Angélica López, que escribió sobre el desplazamiento de los latinos en Bushwick, Brooklyn. “Gracias a todos por apoyar la cultura”, dijo emocionada y sorprendida por el reconocimiento. López dijo que el desplazamientos de los latinos comenzó en California.  “Aquí en Nueva York también lo veo. La gentrification (desplazamiento) amenaza también a los latinos de Queens como es el caso de la Avenida Roosevelt”.

El público disfrutó de la música y la poesía en el pequeño y acogedor espacio de Barco de Papel, una de las últimas librería en español en esta ciudad cuyo propietario es Ramón Caraballo. El músico cubano Jesús Álvarez, de Guantánamo, entretuvo a los asistentes haciendo un recorrido de su repertorio de música latinoamericana.

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Castaño felicitó a las ganadoras por su papel como escritoras que buscan el mejoramiento de los latinos en esta ciudad y nación.

“Desde QueensLatino alentamos el debate y promovemos la crítica constructiva”, dijo Castaño durante el evento al que asistieron alrededor de 30 invitados, escritores, artistas y poetisas espontáneas.

“Invitamos a escribir a aquellas personas que anhelan un mejor futuro para nuestra Comunidad”, concluyó Castaño. “Necesitamos un diálogo transparente, directo y constructivo para salir del engaño ideológico y la ausencia de liderazgo en que se halla la comunidad latina”.

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Más allá de las palabras: Sin servicios de traducción para los indígenas en NYC

zaira1Por Zaira Cortés. Francisco Guachiac desapareció en abril de 2015 y no fue localizado hasta finales de ese año. Durante ocho meses, lo único  que su familia sabía del inmigrante guatemalteco de 54 años fue que la policía lo detuvo en una calle en el barrio de Bensonhurst, Brooklyn. Además de eso, sólo eran rumores entorno a su desaparición.

Algunos de sus compañeros jornaleros dijeron que los oficiales lo arrestaron después de una pelea en una bodega. Otros afirmaron que fue detenido en “La Parada”, en donde él y otros trabajadores buscan empleo por día, en un estacionamiento frente al 7-Eleven en 6501 de la Avenida New Utrecht.

Su sobrino político Leobardo Ambrocio acudió al Cuartel 62 esperando encontrar pistas, pero los uniformados dijeron no tener registros de arrestos que coincidieran con ese nombre. Las visitas a otros cuarteles y hospitales de la zona, así como al Consulado de Guatemala, no arrojaron ninguna información.

“Los cónsules aseguraron que buscarían a mi tío, pero pasaron semanas sin que recibiéramos noticias”, expresó Leobardo. “Cada vez que llamaba a la sede diplomática sólo crecía mi desesperanza y mi angustia ante su falta de respuesta”.

Ambrocio supuso que su tío, quien comúnmente no porta identificación, habría dado un nombre falso a la policía. “Mi tío es alcohólico y a veces no llega a la casa. Pasa días en el Cantón”, dijo Ambrocio, refiriéndose a una comuna de guatemaltecos desamparados, la mayoría indígenas, en Bensonhurst. “Me confió su cédula porque no quería perder su único documento de identidad”. Leobardo también sospechó que su falta de habilidad para hablar en inglés y español tuvo mucho que ver con su desaparición.

“El idioma nativo de mi tío es el k’iche’ y siempre nos hemos comunicado en nuestra lengua. Él puede expresarse en español, pero tiene problemas para comprender. Tampoco sabe leer, ni escribir”, dijo Leobardo, un organizador comunitario y maestro de k’iche’. “Mi tío puede sentirse avergonzado de su origen indígena, por eso nos preocupamos de que él no pidiera un intérprete en k’iche’. Cuando se trata de un arresto o de cárcel, una palabra no comprendida puede cambiar la vida de cualquiera”.

El lingüista Charlie Uruchima, cofundador de la iniciativa comunitaria Kichwa Hatari, que busca reafirmar la identidad de los kichwas en Nueva York, dijo que es común que los indígenas latinoamericanos nieguen su identidad y su idioma nativo.

“Es el resultado de una historia de persecución, desplazamiento, injusticia y discriminación todavía existente en sus países. No identificarse como indígenas es una forma de defenderse aún en Estados Unidos”, sostuvo. “Pero es contraproducente. Una comunidad invisible no tiene el poder de pedir atención a la Ciudad, ni la esperanza de que sus problemas y necesidades sean resueltos”.

Uruchima, quien escribió una guía de los derechos de los inmigrantes en quechua como parte de su maestría en la Universidad de Nueva York (NYU), dijo que los problemas de las comunidades indígenas, como en el caso Guachiac, son mucho mayores que la necesidad de servicios de interpretación y traducción.

“Nuestros indígenas en las cárceles de la ciudad pueden ser sumisos y reservados. No exigen sus derechos porque no los conocen. También son más propensos a infringir las leyes porque no comprenden el sistema penal estadounidense”, indicó. “La Ciudad podría no estar considerando factores socioculturales. No hay una real sensibilidad hacia los indígenas como parte de un pueblo con su propio idioma e identidad”.

Encontrando a Francisco. Siguiendo los rumores de la detención de Francisco Guachiac, esta reportera consultó a la policía en diciembre del año pasado. El sargento Carlos Nieves informó que en abril de 2015 se produjo el arresto de un inmigrante guatemalteco que podría ser el que buscaba la familia Ambrocio, pero no reveló más detalles del caso.

Sin embargo, una solicitud de prensa al Departamento de Correcciones puso fin a la búsqueda desesperada de los sobrinos de Guachiac.

“Hay un interno de Guatemala llamado Francisco Wichiak-Ambrozio, nacido en 1961, en RNDC en Rikers Island. Fue arrestado por asalto en abril de 2015 y su próxima cita en la corte será el  8 de diciembre”, escribió en un correo electrónico Jack Ryan, de la oficina de prensa del Departamento de Correcciones. “Espero que esto ayude”.

El domingo 6 de diciembre, esta reportera visitó la cárcel de Rikers Island para saber si Francisco Wichiak era, de hecho, Francisco Guachiac.

Luego de pasar por varios puestos de revisión y exigentes requisas, y tras una espera de unos 15 minutos en una sala de visita gris y fría, un oficial del departamento de correcciones trajo al jornalero.

Desconfiado por ver un rostro no familiar, el hombre, de bigote espeso y piel morena, intentó volver por un pasillo custodiado por dos uniformados, pero regresó sonriendo al escuchar el nombre de su sobrino Leobardo Ambrocio.

“No he recibido visitas en ocho meses, aquí no hay nadie con quien hablar”, dijo conmovido hasta las lágrimas. “Los presos me dijeron que los indocumentados no pueden venir a visitar, por eso no hice nada para buscar a mi familia con la ayuda del personal de la cárcel”, admitió.

Al preguntar acerca de su nombre mal escrito, Guachiac explicó que sabía del error, pero tenía demasiado miedo para pedir la corrección.

“No he terminado la escuela primaria. No sé cómo hablar a los oficiales; me da miedo de acercarme a ellos porque no puedo defenderme. Mi nombre no es importante para ellos”, dijo con un español rudimentario. “No sabía que tenía el derecho de hacer llamadas, no sé las leyes de este país”, agregó.

Guachiac dijo que sus problemas con la ley comenzaron en 2007, cuando apuñaló a un familiar en la pierna durante una pelea.

“Estaba muy borracho. Me acuerdo que estaba sangrando y que todo se nubló”, dijo Francisco.  “Mis parientes me dijeron que la policía llegó, pero no sé lo que pasó después. Sé que hice mal y lo lamento todo. Dios sabe que me arrepiento y estoy aquí para pagar por lo que hice”.

Después del incidente, Guachiac asistió a un par de audiencias del tribunal en la Corte Criminal de Brooklyn.

“Tenía miedo de tratar con los guardias. No entendía lo que decían, aunque hablaran español”, dijo. “Los amigos me aconsejaron que dejara de ir a la corte, que era mejor esconderse por eso de las deportaciones”.

Pero Guachiac desconocía que al dejar de comparecer en la corte, estaba infringiendo las leyes. En abril de 2015, un par de detectives, que vestían ropa de civil, descendieron de un auto oficial y se acercaron a Francisco en la parada de jornaleros en la Avenida New Utrecht.

“Traían mi fotografía. Me pidieron que los acompañara y me subí al coche con ellos”, dijo. “Me explicaron que tenía una orden de arresto por no ir a la corte y que iría a la cárcel”.

Guachiac fue sentenciado a un año de prisión el 8 de diciembre. Para entonces, su hija Juana había llegado a Nueva York, pero se negó a visitar a su padre en la cárcel. Ella se comunica sólo en k’iche’ y teme ser identificada por las autoridades de inmigración. Ella también se negó a hablar con Voices of NY.

Francisco supo que su hija estaba en Estados Unidos durante la segunda visita que recibió después de ochos meses en la cárcel de Rikers, el 20 de diciembre.

“Mis primos sufrieron sin saber de ti. No había fin de semana que no llamaran para preguntarnos si te habíamos encontrado”, dijo Leobardo a su tío en k’iche’ (después traducido al español). “Todo este tiempo estuviste preso, pero fue imposible encontrarte porque escribieron mal tus apellidos. Tú no eres Wichiak-Ambrozio”.

Francisco rió con incredulidad cuando Leobardo le informó que tenía derecho a pedir un intérprete en k’iche’. “Aquí nadie sabe nuestra lengua, no creo que les importe saber”, expresó Francisco en k’iche’ (después traducido al español). “Aunque mis papás eran indígenas, yo aprendí español de niño. En la corte me dieron intérprete en español. Ellos no saben de los indígenas”.

Sin embargo, las mejoras realizadas por la Policía de la Ciudad de Nueva York en los últimos meses podrían prevenir que casos como este se repitan en el futuro. Se han distribuido 35.000 teléfonos inteligentes entre los oficiales, equipado con una aplicación de traducción de idiomas en tiempo real para ayudar a los oficiales a comunicarse con personas que no hablan inglés.

El nuevo servicio, que es proporcionada por la compañía Language Line, es parte del plan de modernización anunciado por el comisionado William Bratton en marzo de 2015.

Language Line ofrece interpretación en k’iche’, así como otras lenguas indígenas, incluyendo  mixteco, zapoteco, tzotzil o mam de México y Centroamérica, o quichua y quechua de América del Sur. Y cuando el sistema no dispone de una lengua o variante particular, se busca un intérprete externo.

“Los neoyorquinos no tienen que esperar por un oficial bilingüe para obtener acceso inmediato a la traducción. El teléfono inteligente elimina esa barrera y crea un lazo más fuerte entre la policía y la comunidad”, dijo el inspector Máximo Tolentino, del Cuartel 83.

“Si un policía no puede identificar un idioma específico, sólo tienen que llamar al servicio para que un traductor pueda hablar con el ciudadano que necesita ayuda”.

Los idiomas indígenas en los tribunales. Guachiac emigró hace una década de La Ceiba empujado por la pobreza y el hambre. Dejó a sus seis hijos con su esposa Manuela Ambrocio y cruzó por México aferrado al techo de La Bestia, el tren de carga en el que viajan migrantes centroamericanos hacia la frontera estadounidense.

Hace tres años su esposa murió en un tiroteo y su homicidio quedó impune. Desde entonces, el alcoholismo de Guachiac se agudizó. Preocupados por su salud, sus hijos le suplicaron que volviera a Guatemala, pero prefirió permanecer en Nueva York.

“Envié a mis hijos el poco dinero que gané. Cuatro de ellos son adultos, pero tengo dos adolescentes. Mis hijos mayores cuidan de ellos, porque su madre fue asesinada”, dijo.

El caso de Guachiac es sólo uno de uno más de una comunidad que ha crecido considerablemente en los últimos años, lo que crea nuevas necesidades en los tribunales de la ciudad, las escuelas y oficinas públicas, que por ley debe ofrecer servicios de traducción e interpretación a las personas que tienen una limitada habilidad para hablar inglés .

“Aunque hay pocos hablantes de idiomas indígenas, las cortes de la ciudad están notando un incremento de la necesidad de traducción y de interpretación en estas nuevas lenguas”, explicó Charlie Uruchima. “Pero no hay traductores. El sistema de cortes tiene que buscar incluso fuera del estado”.

El lingüista dijo que los intérpretes y traductores de los idiomas más hablados en la ciudad reciben una certificación para proveer sus servicios en las cortes, con base en un entrenamiento que implica el conocimiento de términos jurídicos. Pero la capacitación no está disponible para hablantes de idiomas indígenas por tratarse de nuevas lenguas en el sistema.

“Muchos términos, palabras y conceptos en español o inglés no existen en los idiomas indígenas”, dijo poniendo como ejemplo que el término “violencia doméstica” no existe en quechua. “La mayor parte del tiempo se hace una interpretación de la comparencia del acusado, la víctima o el testigo. En realidad no es una traducción”.

El lingüista destacó que lo ideal es hacer una interpretación del idioma indígena al inglés, pero la mayoría de los traductores hacen la interpretación de su idioma nativo al español y un segundo traductor lo transmite de español a inglés.

“Un proceso como este está sujeto al error y a la imprecisión”, sostuvo. “La información que terminan recibiendo el juez podría no ser la correcta. Es muy raro que un hablante de un idioma indígena traduzca directamente al inglés; sin embargo, esta habilidad es muy demandada por nuestro sistema de cortes”.

La peruana Doris Loayza, quien interpreta del quechua al inglés para la Corte Familiar de Queens desde 2009, explicó que el sistema de cortes de la ciudad no está consciente acerca de que los idiomas indígenas tienen variantes -que dependen de la ubicación geográfica de sus pueblos-, lo que dificulta la comprensión de los testimonios.

Además, la mayoría de los hablantes de idiomas indígenas no quieren traducir en casos que involucran a miembros encarcelados de su comunidad. “No quieren ser subjetivos. La protección y la lealtad hacia los suyos es muy cultural”, explicó. Sin embargo, ella no piensa que el problema radique en que los jueces no respetan las culturas indígenas. “Muchos jueces han escuchado las lenguas indígenas por primera vez, y aunque no lo parezca, están muy interesados en nuestra cultura”, dijo.

Loayza añadió que, como en el caso de Guachiac, algunas personas indígenas suelen afirmar que hablan español a pesar de que pueden tener dificultades para comprender el idioma.

“La mayoría de los intérpretes en español en el sistema son caribeños. Los hablantes de idiomas indígenas tienen dificultades para entender su acento y las cortes terminan buscando intérpretes en sus idiomas nativos. Es la ley”, dijo. “Pero aún así, muchos insisten en hablar español y están en su derecho. Es una situación muy compleja”.

Loayza, quien reside en Nueva York desde hace ocho años y actualmente hace un documental sobre la comunidad kichwa en El Bronx, ha servido como intérprete en al menos cinco casos en la Corte Familiar de Queens y una vez en Boston.

El Tribunal de Queens se puso en contacto con ella a través de una organización comunitaria, precisamente a causa de su falta de intérpretes.

Aunque la oficina especial de intérpretes de la Ciudad le pidió a Loayza que se registrara en una lista, que es parte de una base de datos nacional, no pudo hacerlo porque el formulario requiere una certificación.

“No hay una institución o una universidad que certifique mis habilidades. No puedo probar que estoy habilitada para servir en las cortes”, se lamentó. “No existe un entrenamiento que enseñe términos jurídicos para ser intérprete en quechua o otros idiomas indígenas”.

Otro problema es que los sistemas judiciales de la ciudad no son conscientes de que las lenguas indígenas varían dependiendo de la ubicación geográfica de sus comunidades.

“La corte me busca si sospecha que alguien proviene de los países andinos, pero en la mayoría de los casos son hablantes de quichua del Ecuador”, explicó Loayza, cuya lengua materna es el quechua del norte de Perú. Más tarde estudió la variante sur en NYU.

“El quechua sureño es como la lengua franca. Puedo entender a los bolivianos y a los ecuatorianos por cuestiones de historia, cultura y región”, dijo. “Yo me crie bilingüe en Ancash, al norte del Perú. Pero las variantes pueden ser tan diferentes como los es el español y el francés entre sí”.

Algo similar ocurre con el mixteco, una lengua indígena mexicana que varía dependiendo de la región del hablante, que puede ser de Guerrero, en la costa oeste del país, Puebla, en la región central, o Oaxaca, en el sur.

“En México hay 68 grupos de lenguas indígenas que tienen 364 variantes”, explicó Juan Carlos Aguirre, director ejecutivo de Mano a Mano, una organización que celebra la cultura mexicana. “El mixteco y náhuatl son los idiomas que más requieren de traducción en Nueva York. Aunque necesitamos traductores de diferentes variantes, pero son difíciles de encontrar”.

Según las cifras de la Oficina del Censo, en 2011 había 70,000 indígenas en la ciudad de Nueva York, de ellos 40,000 eran de América Latina, 70% más que una década anterior. Pero los números pueden ser una subestimación.

Un estudio publicado en 2013 por el Consulado de México en Nueva York estimó que aproximadamente, de un millón de mexicanos que viven en el área tri estatal, el 17,3% habla al menos una lengua indígena, que serían de 173.000 personas.

Las personas entrevistadas para este artículo dijeron que la falta de estadísticas adecuadas, que muestran el crecimiento de las comunidades indígenas, es otro obstáculo para obtener servicios de interpretación y traducción.

“Necesitamos estadísticas de los indígenas que muestren qué idioma hablan y en dónde viven”, dijo Aguirre, destacando la invisibilidad de muchas comunidades indígenas en el área.

“Cuando se pone a los indígenas en el término de latinos, se diluye la diversidad de nuestras comunidades. El sistema Estados Unidos infiere que si usted es hispano entonces habla español”, añadió. “Las agencias de la ciudad no entienden por completo la existencia de los indígenas de América Latina”.

Este artículo fue primero publicado en inglés en Voices of NY