Nueva York. Oct/14/2015. El quindiano César Ocampo, creador del software que diseña las rutas al espacio de la NASA, llegó a Nueva York de la mano de sus padres en 1969, cuando tenía apenas dos años. Pero no era un niño cualquiera, era un genio en potencia. Su origen lo encontramos en una de las miles de humildes familias colombianas que han emigrado al exterior en busca de mejores oportunidades.
Y no sólo Ocampo se encontró esa oportunidad llamada “el sueño americano”, sino que gracias a su disciplina y genialidad, los Estados Unidos también se encontraron, una vez más, con el genio colombiano. César Ocampo estudió toda su carrera becado por la NASA y trabaja desde hace muchos años para esta poderosa entidad aeroespacial estadounidense, la primera en el Mundo. Su gran creación: el sotfware Copérnico, que diseña las mejores rutas y trayectorias para las naves que viajan a todas las misiones en el Espacio.
Su familia luchó duro al comienzo: “Mis padres, Naim Ocampo y Eufemia Rodríguez, mi hermana mayor y yo salimos de Armenia hacia Nueva York en mayo de 1969 buscando un futuro mejor para todos. Mi madre limpiaba casas, mi padre limpiaba bancos y laboratorios médicos. A ellos les tocaba llevarnos a sus trabajos de noche porque no tenían con quién dejarnos. Mi hermana y yo les ayudábamos en lo que podíamos. Llegábamos tarde a la casa y teníamos que ir a la escuela al otro día muy temprano. En esos momentos difíciles, mis padres nos aconsejaban que estudiáramos para no pasar tantos trabajos”, le dijo a la revista Cromos en una de sus visitas a Colombia.
“Agradezco a un sistema educativo que premia el mérito y no el apellido ni el estrato social. A la universidad llegué con becas del Gobierno norteamericano. Hice primaria en Nueva York, terminé la secundaria en Miami y en la Universidad de Michigan inicié Ingeniería Aeroespacial, y la terminé en la Universidad de Kansas”, le dijo a la periodista María Isabel Rueda (en una reciente entrevista que reproducimos al final de esta página).
“Me gané una beca del Departamento de Educación Nacional para hacer la maestría en Ingeniería Aeroespacial; luego, un beca de la Nasa para estudiar el doctorado en Astrodinámica, en la Universidad de Colorado. He estado vinculado con los centros JPL, Goddard y Johnson de la Nasa, con el Grupo del Espacio de la compañía Hughes, y actualmente con Odyssey Space Research (OSR), y el centro espacial Nasa Johnson en Houston. Actualmente, también soy decano de la Escuela de Ciencias Exactas e Ingeniería de la Sergio Arboleda en Bogotá”. “Me eduqué en Estados Unidos. Desde pequeño vivía fascinado por el espacio, los cohetes y los satélites”, dijo en la entrevista de Rueda publicada en El Tiempo de Bogotá.
“¡Qué bueno que un día no haya que salir de Colombia para trabajar en Ciencia y en el desarrollo del conocimiento! En el país hay niños y niñas más brillantes y capaces que yo, que no tienen las oportunidades para lograr sus sueños. Eso es una gran tragedia”.
Ocampo trabajaba en los veranos, desde los años 90’s, al mismo tiempo que se preparaba para cursar su maestría y otros estudios en diferentes universidades de los Estados Unidos. “Logré cumplir mis sueños, vengo de una familia humilde y muy trabajadora, pero con la persistencia y las ganas se pude llegar a donde estoy ahora, me siento muy feliz de compartir lo que hago en mi tierra, quiero que muchos cumplan sus metas”, dijo Ocampo durante una visita a la Universidad del Quindio.
La entrevista a César Ocampo de María Isabel Rueda, publicada por El Tiempo
César Ocampo: “A los colombianos nos falta es autoestima. Nos descresta que vengan de otros países a vendernos las cosas. Todo eso lo podemos hacer nosotros”
Pero ¿cuál es exactamente su especialidad? Diseño y optimización de los caminos para las naves espaciales.
¿Caminos espaciales? ¿Una especie de director de tránsito del universo? Yo diseño los caminos, las rutas. Pero más importante es que yo desarrollo el software que permite que muchas otras personas hagan lo mismo, diseñar los caminos; cuándo se deben prender los motores, cuándo apagarlos y cómo orientar la nave para que vaya, por ejemplo, de la Tierra a Marte. Lo que me interesa es el camino. Cómo ahorrar combustible y tiempo, que la nave llegue bien y a la órbita correcta, porque a bordo hay sensores, y con eso recogemos los datos para hacer ciencia. El objetivo de la nave es captar datos y descubrir cosas.
Y qué cosa la que acabamos de descubrir en Marte. Agua líquida. ¿Usted participó en esa misión?
No directamente. Pero esas naves que llegaron utilizaron varios sistemas, y entre ellos está el que yo diseñé: Copernicus, que es en este momento una de las herramientas más importantes en la Nasa para la planeación de los caminos y las rutas que cogen todo tipo de naves. Hago la parte dura de la matemática y de programación para integrar sistemas de optimización de trayectorias espaciales.
¿El descubrimiento de agua en Marte confirma que hay marcianos?
No necesariamente. Pero descubrir agua en otro cuerpo celeste como Marte es muy impactante, porque para que haya vida, como la conocemos aquí en la Tierra, un ingrediente necesario es el agua. Eso significa que en Marte pudo haber existido vida, que puede haberla hoy en forma de microbios, o incluso que la haya en un futuro. En la Luna descubrimos agua, y allá no hay vida porque no hay atmósfera. Pero Marte cumple con condiciones para sostener vida.
¿Por lo menos es posible que haya microbios marcianos?
En este momento no se han descubierto. Lo más probable es que no los haya, pero si llegamos a un lugar con un robot que pueda desenterrar parte de una muestra de suelo y se detectan microbios, sería un descubrimiento impactante para la historia de la humanidad, porque eso comprobaría, finalmente, que no estamos solos.
Hablemos del agua marciana. ¿Viene de arriba o es subterránea?
No son ríos grandes, pero es evidencia de que hay agua que corre. Eso es lo que ha descubierto la nave Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), lanzada hace 10 años. Pero también con telescopios desde la Tierra se ha corroborado esa conclusión.
Dígame la verdad: ¿a usted lo sorprendió el anuncio?
Me alegró mucho, sí, pero no me sorprendió. Desde hace mucho se sabía que había hielo en sus polos. Pero saber que el agua corre ayudará a escoger mejor los sitios para llegar con futuras tripulaciones, y pueden ser lugares donde se empiecen las primeras colonias de humanos, que serán cuestión de tiempo, nada más.
¿Una especie de tranquilidad de que los terrícolas tendremos para dónde coger cuando acabemos con este planeta?
(Risas) Sí. Primero habrá viajes corticos. Pero eventualmente habrá colonias. Fácilmente, en menos de 100 años habrá una colonia en Marte y en 500 años el planeta estará poblado con humanos.
Tengo entendido que hay una misión que va a Marte en el 2020. ¿Es tripulada?
No. No hay ninguna misión tripulada planeada en estos momentos para Marte. La que estamos diseñando, que todavía no está aprobada, sería para el 2035, en la que podríamos ir con humanos. En esa misión sí estoy participando.
¿Entonces no es verdad que estén preparando una nave tripulada con una misión a Marte sin regreso?
Sí, pero eso no es un proyecto de Nasa, es de una fundación privada, una ONG, que hace el anuncio más que todo para publicidad, porque no tiene el dinero, ni tiene los cohetes. Ni siquiera la Nasa los tiene todavía listos. Pero es una forma de incentivar a la gente a que piense y se motive. Lo de la Nasa es totalmente distinto, son viajes de ida y regreso con tripulaciones. Lo que estamos planeando utilizará un nuevo sistema de lanzamiento que podrá lanzar un cohete con entre 100 y 130 toneladas de carga al espacio. El nuevo vehículo tripulado es Orión, que todavía no se ha probado con humanos. Esos son los nuevos componentes del futuro programa de exploración de Nasa.
¿Y Orión a dónde va a ir? Orión va a ir a la estación espacial que está a 400 y pico de kilómetros de la Tierra, va ir a la Luna, va a visitar asteroides y, eventualmente, va a ir a Marte.
¿Cuánto gasto para llegar a Marte? Hoy no se podría ir, porque Marte no está alineado con la Tierra y entonces no estará ahí para cuando usted llegue. Tiene que esperar a que la alineación de Marte y la Tierra sea óptima para poder lanzar la nave. Pero cuando sea el momento, un viaje podría tardar entre 150 y 300 días… Solo de ida.
¿Y eso cuándo será, a ver si me apunto?
Son viajes de 7 a 10 meses, pero la alineación de los planetas solo se da cada 26 meses. La próxima ventana de salida es en enero del 2016. Le tocará esperar 3 meses, y tener un cohete bien poderoso a su disposición.
Pensándolo bien, para qué me voy a Marte, si es improbable darle la mano a un marciano o ver algún animal por ahí corriendo. Estamos un poco desilusionados. Porque nos tenían convencidos de que donde hay agua, hay vida…
No necesariamente. Es un ingrediente necesario para la vida, pero de la vida como la conocemos. Es posible que en un cuerpo celeste dentro de nuestro sistema solar, como Marte, o en otro sistema solar de otra estrella, haya vida, si está en una zona habitable donde el agua líquida pueda existir, y se encuentren otros componentes como carbono, que indica que es posible que haya vida, que la hubo o que pueda llegar a haberla. Pero el agua no es una condición suficiente.
¿Por qué insistimos en definir la vida en otros planetas como la conocemos en la Tierra? De pronto es distinta y no la captamos…
Es cierto: dibujamos a los extraterrestres con ojos, con manos y con pies, y eso no es correcto. Imagínese las especies de otros mundos: nosotros dormimos ocho horas, estamos despiertos dieciséis horas, porque la Tierra gira una vez cada veinticuatro horas. Si hubiéramos nacido en un planeta que girara una vez por minuto, tendríamos un horario y un metabolismo totalmente diferentes.
¿Hasta puede ser que haya vida en Marte y que nosotros ni siquiera seamos capaces de captarla?
No es probable. Pero no podemos descartar la posibilidad de que haya una civilización tan, tan avanzada en desarrollo y evolución, que nos lleve millones de años y que no seamos capaces de detectarla. Igual que las hormigas, que no son capaces de comunicarse con los humanos, puede pasarnos a nosotros: que seamos las hormigas de unas especies de millones de años en evolución. No podemos descartar esa posibilidad hasta que no tengamos los medios, o los sensores, o los equipos, o la ciencia para poder detectar la presencia de una civilización. En todo caso, es una pregunta inquietante. Tanto, que pueden estar aquí entre nosotros, y no los detectamos. Eso no se puede descartar.
Como para no dormir esta noche. ¡Puede que estén aquí y no sepamos! (Risas)
Pero no es muy probable que en Marte haya civilizaciones que no podamos explicar. Si hay algo en Marte es muy probable que tengamos los sensores para poder detectarlo.
Hay una cosa que he leído que me perturba un poquito: que con la nave que enviamos a Marte, podemos haber contaminado el planeta y sembrado allá unas bacterias terrestres… Luego podemos confundirnos y llegar a decir que allá sí hay vida. ¿Ese riesgo realmente existe?
Claro. Eso es posible, pero no es muy probable, porque la nave va muy esterilizada. Esos riesgos se calculan y se tratan de minimizar. El descubrimiento de agua va a imponer ciertas condiciones. Cuidarnos de no llevar cosas que puedan reaccionar dentro de esa agua y hagan daño.
¿Para usted qué es lo más inmediato que sigue en la exploración espacial que realmente lo pueda llegar a sorprender?
Encontrar señales de vida inteligente. Una civilización en otro planeta, en otra estrella.
Pero ¿como a dónde le estamos apuntando?
Hemos descubierto aproximadamente 50 planetas, en otras estrellas, que son muy similares a la Tierra, que pueden tener atmósfera y pueden albergar agua líquida. Que en alguno de esos lugares se detecte alguna señal, transmisiones, despliegue de energía alta, que indique una civilización desarrollada sería el descubrimiento casi que de la historia de la humanidad.
¿Y a usted no le parece en nada improbable?
Nada improbable. Muy probable. La galaxia puede estar poblada con 40.000 civilizaciones. Hablo de detectarlas, ¿no? Ya que hablemos por teléfono con ellas o que nos veamos es otro problema complicadísimo. Pero es muy probable que seamos una especie muy pequeña en un rincón muy lejano, en un tiempo muy diferente y que no estemos solos. Esto puede estar poblado de muchas civilizaciones, con características y condiciones casi inimaginables.
¿Eso tiende a acercarnos al concepto de que Dios existe o al de que no existe?
Como científico en este campo, soy ateo. Creo en la naturaleza, en la belleza y las leyes físicas del universo, en el humanismo y la compasión. Dios es un argumento espiritual que todos podemos tener. Pero el Dios dogmático de los libros religiosos, para nosotros, la mayoría de científicos, desapareció hace mucho tiempo.
Una última pregunta: ¿no es muy irónico que haya agua en Marte y no haya en Bosa o en La Guajira?
Totalmente irónico. Estamos trabajando en poner satélites en el espacio, para mirar hacia abajo, hacia la Tierra, para mejorar la producción agrícola. Para medir los efectos del cambio climático. Para optimizar el uso del suelo. Para seguridad y otras cosas. Lo que nos falta es autoestima a los colombianos. Nos descresta que vengan empresas de otros países a vendernos las cosas. Todo eso lo podemos hacer nosotros.
En la Sergio Arboleda hicimos Libertad I en el 2007, el primer satélite artificial colombiano y el único hasta el momento. Lo hicimos en un ámbito académico, universitario, fue pequeño, pero funcionó. Y era para comprobarle al país que eso lo podemos hacer aquí, ya. Y estamos tratando de hacer el segundo (risas). Tenemos que convencer al Gobierno para que nos ayude, y que se vuelva una industria para que podamos competir con las economías más fuertes. MARÍA ISABEL RUEDA. Especial para EL TIEMPO
CESAR OCAMPO: el científico
Por Ángela Posada-Swafford. De los millones de testigos en todo el planeta observando el impacto de la sonda LCROSS (Satélite de detección y observación de cráteres lunares) contra el polo sur de la luna el pasado 9 de octubre, uno de los más interesados era el ingeniero aeroespacial colombiano de la Universidad de Austin en Texas, César Ocampo. Tenía razón para estarlo: fue su propio software de diseño y optimización de trayectorias espaciales, Copérnico, el elegido por la NASA para trazar la compleja ruta que siguió LCROSS en su histórica búsqueda de hielo.
“Mi trabajo fue diseñar los cientos de trayectorias diferentes correspondientes a los distintos escenarios y horarios de lanzamiento. Finalmente la NASA escogió una de ellas. Todas eran lo que llamamos ‘trayectorias de bucle abierto’, es decir, que cuando la misión real se llevara a cabo, los directores de vuelo habrían de insertar las correcciones necesarias para permanecer en curso”.
Experto en diseño de trayectorias, este ingeniero aeroespacial ha desarrollado el software Copérnico, que permite encontrar las rutas más rápidas y seguras para los vuelos espaciales. Hoy es la herramienta que usa la NASA en sus misiones.
En 2008 Copérnico fue seleccionado como mejor software del Centro Espacial Johnson en los últimos tres años, y quedó en segundo lugar a nivel nacional en toda la agencia espacial. Eso, en una organización regida diariamente por varios miles de programas de software, es un logro considerable. A tal punto, que Copérnico desplazó a otros programas similares y ahora es la herramienta de rutina para guiar los vuelos robóticos y tripulados, presentes y futuros de la NASA.
El programa es integral. Tiene la habilidad de analizar y hallar las soluciones óptimas para problemas en la trayectoria de una o varias naves espaciales que viajen dentro y fuera del Sistema Solar, usando cualquier sistema de propulsión, y bajo la influencia de campos de fuerza debidos a uno o más cuerpos celestes. Este último punto es clave porque en el vacío del espacio hay muchos factores capaces de perturbar la órbita de un satélite: desde la resistencia atmosférica terrestre hasta gravedad del sol y los planetas, la fuerza de presión de la radiación solar (los fotones del sol rebotan o son absorbidos según el tipo de superficie del satélite), la forma de los objetos celestes que no son del todo esféricos (planetas achatados o con ligera forma de pera), y los puntos de Lagrange, donde quedan canceladas las aceleraciones de una nave que viaja entre dos cuerpos celestes que orbitan uno alrededor del otro.
Cualquiera de estos factores conspira para desviar, acelerar o casi detener a un satélite que viaja por el cosmos, y exigen que el diseñador de una trayectoria los tenga muy en cuenta. Para diseñar la ruta de LCROSS, por ejemplo, Ocampo tuvo que incluir en las ecuaciones la gravedad ejercida por Júpiter. Era la única forma de garantizar la exactitud del impacto en el cráter Cabeus, versus haber impactado a cientos de metros. “Copérnico es un software muy amigable al usuario, con un avanzado sistema de visualización, y que podría decirse ha democratizado el trabajo del controlador”, dice Ocampo echando a andar el programa en su ordenador.
La pantalla cobra vida con una bonita animación de la tierra rotando sobre un fondo negro. Una serie de órbitas correspondientes a la luna, la tierra y la nave LCROSS se van formando en diferentes colores, a medida que sus trayectorias van siendo definidas por las ecuaciones matemáticas del sistema. Me hacen pensar en una coreografía entre los anillos olímpicos. “El programa es diferente a los anteriores porque es muy visual y por eso mismo permite que muchas otras personas que no son expertas en optimización de trayectorias puedan usarlo. Hay que saber algo básico, como identificar variables, pero en general Copérnico le abre la puerta a muchos analistas, mientras que anteriormente era necesario ser experto en optimización de trayectorias.
Su tesis de doctorado en la carrera de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Colorado (que completó como casi todos sus estudios, a punta de becas), tuvo que ver con la ‘optimización de trayectorias para naves espaciales usando propulsión baja y operando en campos gravitacionales complejos’. Esa tesis le valió un trabajo con la Hughes Spacecraft and Communications Companay, la fabricante de satélites artificiales más grande en ese entonces.
La empresa estaba justamente desarrollando un satélite que iba a utilizar propulsión baja para llegar a su órbita final. “Cuando estaba en Hughes también diseñé la trayectoria de rescate del AsiaSat-3, un satélite de comunicaciones que había quedado en una órbita averiada, y no había combustible para llevarlo a la órbita final”, recuerda Ocampo. “Entonces lo lanzamos hacia la luna, sobrevolándola dos veces y usando su gravedad lunar para hacerle cambiar de órbita y regresar cera de su órbita final”. Eso lo convirtió, sin querer, en el primer satélite comercial a la luna”, añade riendo.
El logro colocó a Ocampo en la categoría de los “ingenieros promesa” en Estados Unidos y le abrió las puertas para colaborar con la agencia espacial, convenciendo a la NASA a que le ayudara monetariamente, para madurar las bases del software. “Por ejemplo queríamos estudiar cómo ir a Marte, recoger una muestra y volver. Pues me tocó escribir un programa específico para resolver ese problema. Uno tardaba meses. O si estudiaba la manera de usar un cohete para enviar varios satélites a diferentes órbitas, era lo mismo: había que escribir un programa para ese problema específico. Después de varias veces de hacer eso me dije que era hora de inventarme un software generalizado que abarcara todos esos problemas en uno solo”.
Pero Copérnico va más allá de ser útil en transferencias de órbitas, rendezvous, captura, escape, trayectorias de regreso libre, o asistidas por la gravedad planetaria. Una de las cosas que lo han hecho atractivo a la NASA es que es un sistema intuitivo e inteligente. Por ejemplo, la agencia espacial siempre había querido resolver la cuestión del “regreso a cualquier hora” (anytime abort) en caso de emergencia, de una tripulación en la luna. “Si los astronautas están heridos, o no se pueden comunicar con la tierra, o lo que sea, de alguna manera necesitan un algoritmo para que la nave misma calcule la trayectoria de regreso a la tierra con cero input de parte de ellos. Copérnico resolvió el problema, de tal forma que lo único que el astronauta debe hacer es colocar la fecha, dónde está y cuánto combustible tiene. Y oprimir ‘enter’.
El programa producirá entonces una trayectoria totalmente optimizada. Hemos corrido el programa dos millones de veces con diferentes fechas y lugares. Si falla una sola vez lo corregimos y lo hacemos correr otras dos millones de veces. Porque debe funcionar siempre”. Últimamente, mientras los controladores de las misiones de la NASA mantienen a Copérnico al día desde sus trincheras en las salas de control, Ocampo, a sus 42 años (ahora tiene 48), se limitaba a anticipar problemas y servir de consultor o científico principal. Mucho de su tiempo, aparte de las clases de mecánica orbital en la universidad (que en ocasiones abre gratuitamente a estudiantes de Latinoamérica por medio de una cámara de video), lo invierte en desarrollar algoritmos para darle a Copérnico otras capacidades que lo lleven a nuevas alturas. Como aquella del ‘regreso a cualquier hora’.
“Es importante destacar que detrás del éxito de Copérnico hay mucha gente ahora, gente muy capaz”, insiste Ocampo. “El próximo paso en la evolución de la herramienta es desarrollar un sistema que incluya el movimiento de rotación de un satélite y acoplarlo con el de la traslación”, dice el ingeniero. “El control y el movimiento del satélite alrededor de su centro de masa (con todo y sus paneles solares y antenas) también puede alterar su órbita. Copérnico no tiene el componente de la rotación”.
César Ocampo me regala un secreto de navegación interplanetaria. “Para ir a cualquier otro planeta del Sistema Solar sólo hay que tener el combustible para llegar a Venus”, dice sirviéndonos la última copa de vino. “Sobrevuelas a Venus, la tierra, el sol, Júpiter, Saturno, regresas a Venus o a la tierra, todo usando la asistencia que te da la gravedad de esos planetas. Lo puedes hacer casi indefinidamente. Júpiter es estupendo porque es tan masivo, que te da un gran impulso. La limitante es que los planetas se están moviendo. Y mientras no estén alineados, debes darle la vuelta a la cuadra, es decir, ponerte en órbita solar.
Hace un tiempo la norma era evitar trayectorias que incluyeran varios cuerpos celestes, porque eran una molesta perturbación. Pero ahora la mentalidad es usar esos cuerpos celestes para ayudar a diseñar trayectorias más complejas, casi caóticas. Por ejemplo hay una ruta a la luna que tarda 90 días y es más barata en términos de combustible. Pero es indirecta: se va casi 2 millones de distancia, aprovechando la perturbación del sol”. Otra ruta rara es la que se le asignó a LCROSS. Puesto que la idea era causar un impacto con la mayor energía posible sobre la superficie lunar, había que buscar la manera de que el impactador cayera perpendicularmente, y no de lado. Así que la nave llegó a la luna en 5 días, pero no entró en órbita lunar sino semanas después. En cambio, entró en una Fase de Crucero, realizando tres órbitas a la tierra que colocaron a LCROSS en una posición ideal para el gran estrellón.
Cuando no está navegando entre algoritmos y ecuaciones, Ocampo viaja a Colombia para descubrirles a los niños el mundo de la ciencia y la astronomía. A veces le gusta llevar su telescopio e instalarlo en la plaza principal de algún pueblo y dejar que la gente se le acerque, y ponerlos a mirar por el visor –así se encontró con su esposa, Pilar, en 1997. Ahora les lee cuentos del espacio a sus mellizas de 6 años, y afirma que al retirarse trabajará de lleno en su fundación Stare at the Sky/Mira hacia el Cielo, para incentivar a los pequeños a que la ciencia no es inalcanzable y que es divertida. (Tomado de la Revista Muy Interesante)
Ocampo y la juventud. “Logré cumplir mis sueños, vengo de una familia humilde y muy trabajadora, pero con la persistencia y las ganas pude llegar a donde estoy ahora, me siento muy feliz de compartir lo que hago en mi tierra, quiero que muchos cumplan sus metas”, dijo Ocampo durante su vivista al Quindio. Ocampo diseña herramientas computacionales para calcular trayectorias a cualquier lugar del sistema solar, pero como él mismo lo reconoce, en beneficio de la humanidad. “Porque lo que yo hago también podría utilizarse para enviar misiles con armamento nuclear, las ecuaciones son iguales, pero a mí me interesa el avance y la ciencia”, les dijo a los estudiantes.
Su intención es sembrar una semilla de esperanza en el corazón de muchos estudiantes colombianos que no tienen recursos para costear su educación. “Quiero motivarlos, ojalá algunos de los niños que me escuchan vean mi ejemplo, que fue basado en persistencia y buena educación, y puedan llegar a donde quieren, porque cuántos Einstein hemos perdido en Colombia por falta de oportunidades”, advirtió.
Uno de los eventos que más convocatoria ha logrado en la Universidad del Quindío fue la conferencia: ‘Exploración espacial y otros asuntos contemporáneos’, dictada por Ocampo. Allí causó polémica con una de sus impresiones. Para él lo mejor que le podría pasar al mundo sería descubrir que un asteroide impactará la tierra en algunos años. “Todavía no hemos aprendido a vivir y ser solidarios con nosotros mismos, si la humanidad se diera cuenta de que en 40 años un objeto impactaría la tierra y acabaría con ella, ya no tendríamos guerras porque todos estaríamos trabajando juntos para evitar que esto ocurra”, afirmó.