Nueva York. Feb/23/2012. Raúl Cuero forma parte de ese 70 % de los niños de Buenaventura que en los años cincuenta sobrevivieron a la malaria, la tuberculosis y enfermedades virales. Después de una inquietud innata de creatividad dentro de su pobreza, éste afro colombiano que estudiaba en el bar del frente de su casa por la falta de luz, hoy tiene patentado de inventos (y tiene 11 más en proceso). Además ha hecho investigaciones para la Nasa y es catedrático de universidades en los Estados Unidos.
Cuero, Ph.D en microbilogía, con cuatro idiomas y siempre becado por ser el mayor de la clase, recibió el Premio de Tecnología Tech Brief Award de la Nasa por varios inventos, entre ellos el haber creado un bloqueador natural contra la radiación ultra violeta que será fundamental para los viajes espaciales y para combatir el cáncer de piel. Cuero recorre las universidades de Colombia hablándole a los jóvenes de la importancia de ser creadores para alcanzar el éxito.
Licenciado en biología (Colombia), master en Biología y Patología de Plantas (Universidad de Ohio, USA) y Phd en Microbiología en la Universidad de Strathclyde de Glasgow (Reino Unido), Cuero ha escrito varios libros, de los que destacamos dos: “De Buenaventura a la Nasa” y “Triunfo y de supervivencia”, ambos sobre sus 20 años de experiencia en sus viajes por el mundo y sus investigaciones en el campo de la ciencia, los descubrimientos y las invenciones. Llegó a ser un basquetbolista (mide 1,95), pero su pasión por el estudio lo llevó a ser hoy Ph.D en Microbiología, Científico Investigador y catedrático reconocido mundialmente. Su capacidad de lucha no tiene límites: “Hay que disparar bien arriba para que en caso de fallar podamos quedar entre las estrellas”.
Y así lo demostró cuando alcanzó salir de la pobreza de Buenaventura a ser investigador en la Universidad Prairie View A&M y miembro del SynBerg, Centro para la Investigación de la Ingeniería de la Biología Sintética, conformado por las universidades MIT, Harvard, Berkeley, Stanford y San Francisco. Fue galardonado como el mejor ex alumno en la historia de la Universidad de Heildelberg, en Estados Unidos, donde se graduó como biólogo.
Varias tecnologías desarrolladas por el microbiologo de Buenaventura están siendo utilizadas para la descontaminación ambiental en grandes desastres ambientales como la descontaminación de la planta de Fukushima tras la tragedia del reactor nuclear ocasionada por el terremoto y posterior Tsunami y en la degradación (de forma natural) de la contaminación por el vertido de petróleo en el Golfo de México.
Creatividad en Bogotá
Cuero trabaja sin descanso, pues cuando no está en el laboratorio preside la Fundación Parques de la Creatividad, con sedes en cinco países de tres continentes, donde capacita jóvenes estudiantes para convertirlos en inventores. Uno de ellos está en Usaquén, en el norte de Bogotá.
En este club de la innovación de Usaquén se están consiguiendo resultados increíbles para la ciencia como la invención de una técnica que amplifica el ADN (termociclador) y que podrá traer beneficios económicos y técnicos para la producción masiva de antibióticos y equipos médicos. “No es el ADN que los científicos han conocido. Hemos hecho una nueva interpretación que nadie tiene en el mundo. No puedo dar los detalles, pero hay tres compañías y un grupo en Colombia que quieren ponerlo en producción”, dijo el profesor a la revista Dinero. Se prevé que este año se cierre el negocio con alguna de estas empresas y así iniciar la producción de esta tecnología en Colombia. Dicho invento también será clave en la identificación de personas en ciencia forense y en tratamientos de cáncer.
Otra inspiración del profesor Cuero podría cambiar el rumbo de la industria petrolera, no solo en Colombia sino en el mundo. Se trata de un equipo que con un análisis químico del terreno determina la presencia de petróleo subterráneo y sin la necesidad de realizar perforaciones.
El beneficio es tan grande que una empresa de energía colombiana ya mostró interés en el equipo y lo tiene en proceso para obtener la patente. La idea es exhibirlo como gran novedad de Colombia en una cumbre mundial de petróleo que se lleva a cabo por estos días en Brasil.
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Por Virginia Vallejo (Entrevista)
Según cuenta en su último libro De Buenaventura a la Nasa, su patria chica era una de las ciudades más pobres de Colombia a comienzos de los 60: “Un lugar sin referencia universal, sin héroes. Sin una infraestructura básica para vivir, como acueducto, energía eléctrica, medios de transporte y comunicación. En mi niñez tenía que caminar largas distancias para recolectar agua que no estaba disponible en nuestras casas. Irónicamente este tipo de ejercicio probablemente contribuyó para que yo tuviera buena resistencia y fuerza para jugar con éxito al baloncesto”.
¿Cómo vivía en Buenaventura?
La casa de mi bisabuela y mi abuela estaba construida en bahareque y su techo era de lata. Me gustaba muchísimo pasar mi tiempo allí, más que en mi propia casa -que mi padre fue construyendo poco a poco, en ladrillo-.
Me sentía muy a gusto allí y me fascinaban no sólo el buen humor de mis tíos, sino los pequeños rituales ancestrales, una copia lejana de los que se hacían en ciudades africanas, que luego conocí. Adoraba el olor de mi abuela que se bañaba -y me bañaba a mí- con agua calentada al sol y perfumada con hierbas y hojas aromáticas que recogía, sabiamente, en el monte.
¿Qué lo hizo tan observador y disciplinado?, ¿quién le enseñó a pensar?
Como de niños no teníamos juguetes me fascinaba observar los animales pequeños como las lagartijas. Un día que las estaba mirando vi que solo se trepaban por las paredes de ladrillo de la casa de mi papá, entre el mediodía y las seis de la tarde, cuando hacía mucho calor en el pueblo.
Entendí que por no tener sistema termo regulador, tenían que utilizar los muros frescos para evitar el calor y eso me sorprendió y me encantó. También me preguntaba por qué sus colas seguían moviéndose solas después de que se les desprendían. Yo diría que todo lo que observé en esa época, con gran minuciosidad, determinó mi pasión por la ciencia.
Usted fue el primero de diez hermanos que terminó secundaria. ¿Quéfue lo más difícil?
Dejar mi ciudad natal me dio muy duro, pero afianzó mi habilidad para sobrevivir. Creía que ese viaje era un gran logro, pero se convirtió en un reto porque tuve que luchar permanentemente contra los prejuicios raciales, sociales, económicos y geográficos. Por la enorme discriminación que había en la universidad me dedique a estudiar, a leer, me enfoqué con gran dedicación a ser más creativo, y me propuse ser el más resistente y el más determinado.
¿Cómo viajó y pagó su viaje a Estados Unidos cuando le dieron la beca?
Navegué hacia los Estados Unidos en un barco de la Flota Mercante donde mi padre trabajaba como marinero hacía casi 20 años. Por esa circunstancia solo pagué el valor simbólico de un dólar por día, por lo que mi viaje a Estados Unidos costó solo siete dólares. ¡Imagínese!
¿Cuáles son algunas de sus investigaciones para Nasa?
Mis investigaciones en biogénesis financiadas por la Nasa están probando la gran y directa interacción que existe entre la emisión de electrones, el crecimiento celular y el metabolismo. Otras, usando simulaciones del suelo de la Luna y de Marte han dado resultados positivos. Ya publiqué un resultado preliminar sobre mi investigación en biogénesis microscópica, utilizando suelo simulado de Marte y electro-sensores.
En él pruebo que el agua no es el único y más importante factor para encontrar vida en Marte; hay también otros factores como la óxido-reducción, el ferro magnetismo y la intensidad lumínica, cuya importancia fue corroborada, un año después, por la exploración a Marte realizada por la Nasa.
¿Cómo se llega a ser un inventor?
Cuando estudié en Inglaterra me di cuenta de que la creatividad nace del hacer y de que la imaginación no conoce fronteras, pero primero hay que hacer una especie de trabajo de carpintería, como decía Einstein: primero hay que ser carpintero para ser arquitecto. Sin saberlo, yo practicaba esa sentencia. En mi pueblo era de los pocos niños que trabajaba. Lo hacía en una bomba de gasolina, montando llantas, lavando carros y echando combustible. Yo era un muchacho de juegos, no de juguetes. Tenía un gran poder de observación y siempre quería despertarme temprano porque la curiosidad me asaltaba. Como tenía influencia del catolicismo, yo quería averiguar quién era yde dónde venía Dios. Todo ese bagaje que yo llevaba y con el que llegué a la Universidad del Valle constituía una “sinapsis” neuronal, lo que la gente llama memoria. Algo que es indispensable desarrollar muy temprano si se quiere tener después una actividad creativa.
¿Cómo entró a investigar para Nasa?
Nasa es una institución básicamente dirigida por ingenieros. En la parte científica colaboran en gran medida las grandes universidades estadounidenses. Uno presenta proyectos para que se los aprueben y a mí me han aprobado varios. Allá siempre quieren saber cómo hago yo para realizar tantas invenciones con tan poco presupuesto. Risa
Hay uno muy importante en relación con las propiedades del suelo marciano. ¿En qué consiste?
Obviamente no se pueden traer muestras del suelo de Marte pero la nave Vikingo, en 1978, pudo captar a través de un estudio óptico, de manera bastante cercana cómo estaba compuesto ese suelo y en Nasa se construyó algo similar. Yo utilicé ese suelo y probé, por electro- conductividad, que algunos organismos que yo transformé genéticamente, podrían crecer en el laboratorio y simultáneamente con ese estudio me dí cuenta de que con algunos agregados que yo hacía, ese suelo tenía la propiedad de destruir material radio nuclear, material tóxico, como plomo, hierro, galio, etc.
Una vez terminados los estudios y hechas las publicaciones del caso, obtuve la patente y Nasa me confirió el Premio Brieff Thecnology. Hoy la Nasa está sometiendo ese invento a prueba en Japón en relación con la planta nuclear de Fukushima, afectada por el sismo. Lo que yo hago despolariza el material radiactivo.Lo que usualmente se hacía era que se lo capturaba pero no se lo destruía. El mío tiene la habilidad de destruirlo in situ.
¿O sea que con esto se puede combatir la radiación a todos los niveles?
Por supuesto; en el estado actual no se puede utilizar todavía en organismos vivos, pero sí estamos creando un sistema que pueda ser extrapolado hacia ellos.
Varias de ellas cuentan con el apoyo de la Nasa, como la del material sintético que desarrolló cuya principal función es eliminar sustancias altamente tóxicas para el ser humano como uranio, plomo, cadmio y hierro. Este invento –motivo de un premio científico de la agencia espacial estadounidense– tiene gran importancia en la eliminación de materiales radionucleares en el mundo y es utilizado en la planta de Fukushima, Japón, que resultó afectada por el tsunami de este año.
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(Sobre el libro ‘De Buenaventura a la Nasa)
Por Catalina Oquendo
La imagen de su padre, muellero de Buenaventura vestido con traje de lana en el calor del puerto, sombrero Stetson y una infaltable plumilla de oro en el bolsillo aunque no supiera escribir, se coló por los pasillos de la mente del científico Raúl Cuero.
“Este día lo he recordado mucho -dice-. Mi papá fue de los primeros negros en tener casa de cemento propia y le tomó 40 años construirla. Era un creativo. Cuando me di cuenta de que no sabía leer ni escribir, eso me afectó y me ayudó bastante. Pensé que a mi papá le había tocado sobrevivir y decidí que yo lo haría a través del conocimiento, que lo iba a exacerbar y a demostrar”.
Lo cuenta por teléfono, una noche, desde Texas, y lo plasma también en su libro De Buenaventura a la Nasa, en el que hace el viaje de regreso a su tierra natal, al pupitre que compartía en la escuela con seis niños, a los días en que solo tenía para comprar chifirís (pequeños bananos), a las caminatas con su tatarabuela recogiendo plantas y a sus juegos con cucarachas, a falta de juguetes. A esa época en la que conoció lo que llama “la fortuna de la escasez”.
Cuero habla casi susurrando sobre sus recuerdos más íntimos; luego sube la voz tan alto como él mismo para explicar conceptos como la creatividad y suele rematar sus largas disertaciones con carcajadas. Un sube y baja que hipnotiza por horas.
Un grande en la Nasa
“Mi vida no ha sido una lucha entendida como un esfuerzo; lo mío ha sido el gozo por la supervivencia, encontrar el descubrimiento diario: Make sense at of life” (darle sentido a la vida), dice en inglés, el idioma en el que hoy piensa.
Sus inventos le han dado sentido a la vida de muchos. Creó un bloqueador natural contra la radiación ultravioleta que será usado contra el cáncer de piel y podrán aplicarse los astronautas en viajes espaciales; inventó la tecnología con la que descontaminan la planta nuclear de Fukushima, en Japón, y la que se podrá usar para descontaminar el golfo de México de forma natural, entre otro descubrimientos.
Este hombre de 1,95 m de estatura y manos de basquetbolista, dice, creció en un pueblo “de negros felices”, donde no sabían que les faltaban cosas. “La pobreza es ausencia de felicidad, así que en mi pueblo no éramos pobres: todos éramos iguales, no teníamos nada”, sintetiza, y suelta la risotada, mientras camina por un parque de Bogotá. El pequeño Raúl Cuero vivía feliz entre La Loma, La Relojera o la calle del Muerto, entre niños descalzos en la casa de su abuela Petrona, o con Memo Echeverry, su gran amigo paisa, al que le perdió el rastro.
“Cuando uno hace creatividad, se trasciende todo lo material. La creatividad es integración universal, no es solo conocimiento, es espiritualidad”, dice Cuero, Ph. D. en Microbiología de la Universidad de Strathclyde, Reino Unido.
Su primera estación fue Cali, donde vivió un choque cultural. “Era la primera vez que veía a un negro triste”, se carcajea. Ingresó a la Universidad del Valle gracias a sus buenas notas en el colegio Pascual de Andagoya, de Buenaventura, y se graduó como biólogo, con una tesis que le impulsó el siguiente paso. Había investigado sobre botánica, tema del que se apasionó por su abuela, y gracias a eso se fue becado a la Heildelberg University, de Tiffin, Ohio (Estados Unidos).
Más adelante, haría el doctorado en el Reino Unido y no pararía su recorrido íntimo por el mundo, como le gusta decir. Ese mundo que se imaginaba de niño en Buenaventura, mientras aprendía geografía oyendo la Vuelta a Colombia, y que conoció primero como deportista, antes que como inventor. En la década de los 70, Cuero fue un destacado jugador del baloncesto de las ligas nacionales del Colombia.
“El intelecto académico fue mi meta; los deportes, una manera de sobrevivir a la presión social, económica y étnica”. Hoy, sin embargo, ni siquiera ve un partido ni lo echa en falta: está ocupado inventando. Se autodenomina un adicto a hacer inventos.
Aunque en realidad él nunca pensó que llegaría a ser científico. El proceso y el gozo lo fueron llevando. “Cuando era chico, mis padres lo único que me decían era: ‘si no aprendes a leer y a escribir, vas al muelle a cargar bultos’ “, cuenta. Sin duda, les dio mucho más.