Nueva York. Ago/08/2015 
giovanniRavelo1Giovani Ravelo mostró desde niño su pasión por la artes dramáticas, por lo que ya de adolescentedejó Bucaramanga para incorporase al ballet de Sonia Osorio en Bogotá y posteriormente al ballet Anna Pavlova. Lleva 20 años en la danza, que siempre la ha llevado en la sangre, y hoy es una de las figuras de Les Ballets Trockadero de Montecarlo (con sede en Nueva York), una agrupación conformada por solo hombres que baila magistralmente el ballet clásico, vestidos de mujer, en una interpretación lúdica y divertida que ha realizado una gira mundial de éxito por más de 30 países. Con el rumor de los aplausos y las mejores críticas en Europa y los Estados Unidos, Ravelo participó en el Festival de Teatro de Bogotá en abril de 2012 con Trockadero, institución fundada hace 37 años en Nueva York. Cuando salió de Colombia en el año 2003 no pensó nunca que fuera a regresar vestido de mujer, con el éxito a flor de piel, y convertido en una gran coreógrafo y reconocido bailarín de Nueva York. (Fotos de Jean Philippe Dobrin)

Interpreta ballet clásico “divertido” en una agrupación de hombres vestidos de bailarinas

También asistió a la Escuela del Ballet Nacional de Cuba y el Rock School for Dance Educación en Filadelfia. Bailó y una gira internacional con el Ballet Nacional de Colombia, antes de llegar a los EE.UU. Desde entonces, ha actuado con Ballet Roxey, Ballet noreste Juventud, Contraste Dance Theater, Les Ballets Grandiva, y en todo el mundo con Les Ballets Trockadero de Monte Carlo. Su repertorio incluye papeles destacados en la sinfonía de Balanchine en C y Stars & Stripes, Manon de MacMillan, y una amplia variedad de obras clásicas y modernas. Él es actualmente el maestro y coreógrafo residente de ballet en Roxey Ballet.

A Colombia llegó con una increible y revolucionaria propuesta junto a los quince bailarines masculinos, todos formados en escuelas clásicas y de gran renombre, que interpretan las más importantes piezas del ballet como “El lago de los cisnes”, “La bella durmiente”, “La boda de Raymonda”, “Giselle” y “Las sílfides”, pero conservando la ‘rudeza’ masculine, a pesar de los roles femeninos. Una escena con movimientos y líneas técnicamente perfectas. Aprovecho la visita a Colombia para viajar a su querida Bucaramanga, que no visitaba hacia cuatro años.
En una de sus danzas, ataviado de tutú, zapatillas de puntas y pestañas postizas, Ravelo es Irina Kolesterolikova, una bailarina con un pasado turbulento que bebe martini; o también se transforma en Marat Legupski, uno de los mentirosos hermanos Legupski que no saben distinguir entre los pasos de baile. Son obras divertidas, clásicas y magnificamente interpretadas. A los 7 años de trabajar en Bogotá fue invitado al ‘Ballet Theatre of Scranton’, en Pennsylvania, donde participó en la producción de ‘Romeo y Julieta’, una coreografía de Ana Consuelo Gómez, directora del ballet Anna Pavlova.

Una beca lo trasladó durante un año al ‘Rock School of Dance’ en Philadelphia y luego al ‘Roxey Ballet’, una compañía de repertorio clásico y moderno ubicada en Lambertville, New Jersey, donde además incursionó en el terreno de la coreografía, su otra pasión. (Con información de Colprensa) Para verlos en Nueva York visite (http://www.trockadero.org/)

Entrevista a Giovani Ravelo en La Vanguradia de Bucaramanga
¿Cómo comenzó su pasión por la danza?
“Desde muy temprano me sentí inclinado por las artes escénicas. Declamaba poesías en las izadas de bandera cuando apenas tenía 5 años y siempre pertenecí al grupo de danzas en el bachillerato, pero la verdadera pasión me invadió cuando me subí por primera vez al escenario con el ballet de Sonia osorio”.
¿Qué recuerda de su niñez en Bucaramanga?
“Recuerdo con mucho cariño mi vida allí. Me fui cuando tenía 17 años. Mi niñez y adolescencia transcurrieron como la de cualquier otro niño o adolescente, eso sí, guardo muchos y lindos recuerdos de mi ciudad bonita, latranquilidad de la vida, las navidades en familia, en especial con mis hermanos, extraño a mis dos abuelas que ya no están, la comida casera y típica santandereana, las hormigas culonas y la arepa de maíz pela’o, el masato, y por supuesto el clima caliente todo el año.  Mantengo contacto con un par de compañeros del colegio y el grupo de danzas, pero ninguno siguió la vida artística”.

¿Cómo llegó a Trockadero? 
“Luego de tres años en el ‘Roxey Ballet’ me encuentro con la necesidad de hacer algo nuevo, de viajar otra vez como lo solía hacer con el ballet de Sonia Osorio. Es en éste momento cuando llega el Trockadero. El cambio fue drástico. Al principio, la idea de bailar en puntas e interpretar roles femeninos me sonaba absurdo, le tengo un respeto inmenso a la danza clásica por su dificultad, precisión y la intensa disciplina que requiere. No tenía tampoco una idea clara del Trockadero, así como tenía prejuicios personales y sociales. Pero la perspectiva de bailar un repertorio más amplio y viajar, pudieron más. Me encontré con una compañía que funciona como cualquier otra compañía profesional de ballet “normal”, un entrenamiento árduo, ensayos extenuantes, dominar la técnica de las puntas, la comedia, la perspectiva de viajar por el mundo y bailar en los mejores teatros en su gran mayoría “sold out”, interpretar roles femeninos y masculinos de los grandes clásicos mientras el público se estalla de la risa, pues no lo pensé dos veces y me lancé a esta aventura que me tiene atrapado por ya casi cuatro años”.

¿Qué opina su familia de su trabajo en Trockadero?
“Mi familia siempre ha estado presente en mi carrera, en especial mi mamá a quien le tengo que agradecer su apoyo al principio cuando vivía en Bogotá y empezar a abrirme paso como artista. Ella es la única persona de mi familia que me ha visto bailar con el Trockadero. Tuve la oportunidad de llevarla a Chile a finales del 2010 y quedó encantada”.

¿Cómo es un día en su vida cotidiana?
“No creo que yo tenga un día de vida cotidiana, tengo días de teatro, días de tour o días de recuperación y descanso en Nueva York, pero reuniendo todos en uno, un día en mi vida comienza por una clase de ballet en la mañana, ensayos ya sea en el estudio o en el teatro y luego función o salir para el aeropuerto. Cuando regreso de gira, aunque esté de descanso, sigo tomando mi clase diaria de ballet, voy al gimnasio, comparto con amigos, salgo al cine y trato de tener días normales en lo posible”.

¿Cómo es la vida de un bailarín?           “La vida de un bailarín es difícil pero tiene muchas retribuciones: por cada hombre que se dedica a la danza hay 50 mujeres, allí ya existe una ventaja de oportunidades profesionales muy grande. Es difícil en el aspecto social, aún existen muchos prejuicios a causa de nuestra poca educación en el tema. Es virtualmente imposible entrenarse desde temprana edad como debería ser, al menos que hayas tenido la fortuna de haber nacido en Cali o Bogotá donde hay escuelas buenas de ballet, y aún así es poco probable que el ballet esté en los planes de un padre de familia colombiano del común. Hay que tener tenacidad para sobrepasar todas estas dificultades, en mi caso empecé tarde en el ballet, tuve que decirle no a una carrera que inicié en la UIS de ingeniería química, me bastó un semestre para armarme de valor e irme a bailar a Bogotá, pero le puse fe y me fui en busca de algo que presentía me haría feliz”.

¿Qué hace en su tiempo libre?
“Durante los viajes leo mucho, soy también un entusiasta fotógrafo aficionado, y lo que me queda de tiempo entre bailar y mis hobbies lo dedico a hacer siesta”.

¿Cómo ve el desarrollo de la danza en los niños? ¿Hay buenas escuelas, hay buena recepción?
“En la actualidad, considero que ha mejorado un poco el concepto de los niños en la danza, sin embargo nos falta mucho por lograr, talento hay y lugares donde formarse hay pocos, faltan las oportunidades y ayudas económicas, el ballet se ve como algo elitista e innecesario. Faltan más escuelas como Incolballet, debería haber una en cada capital de departamento, sí se necesita más educación con énfasis no solo en danza, en teatro, en música, en artes plásticas, la educación en el arte es necesaria para el desarrollo del país y personalmente me encantaría regresar a compartir mi experiencia y brindar nuevas oportunidades para promover la danza profesional en Colombia”.

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