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La reflexión de Nereo

Por Gustavo Arango (para la Revista Arcadia). Recuerda de los últimos días con vida del fotógrafo Nereo López, quien falleció este 25 de agosto.

“He estado pensando…”, dice Nereo con voz muy queda.

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Foto: Nestor Cristancho

Está un poco más fuerte que hace dos días, pero no lo suficiente para que alguien se atreva a hacer un pronóstico optimista. Tiene los ojos cerrados. Respira suave para evitar el vértigo de la debilidad. Procura tener a raya las náuseas que le despiertan las papillas. Acopia fuerzas y palabras porque quiere sonar claro.

“En estos días he hecho como un examen”, los visitantes guardan un silencio solemne. Se refiere a las tardes eternas del verano en las que nadie viene, a las largas noches solitarias: “He podido hacer mi reflexión”.

En septiembre, si es que llega, cumplirá noventa y cinco. Hace tres semanas ingresó a un hospital. Hace dos fue trasladado al centro geriátrico Isabella, en el alto Manhattan. Lleva ya un buen tiempo lejos de su casa y no se sabe si podrá regresar.

“He visto muchas cosas. No lo he visto todo, pero he visto mucho”.

Es Nereo, el hombre que a mitad del siglo veinte recorrió toda Colombia fotografiándola, el poeta de la luz y de las sombras, el notario de los rostros que han hecho nuestra historia en los últimos 65 años, el reportero oportuno y recursivo que registró visitas papales o fiestas de premio Nobel. Es Nereo, el padre de la fotografía en Colombia, preparándose para morir lejos de Colombia.

 

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“He escuchado muchas cosas”.

Su mente está lúcida pero su cuerpo empieza a fallar. Está pálido y su delgadez es extrema. Sus ojos azules tienen un brillo intenso. Reconoce a quienes lo visitan y hace chistes. Dice que le preguntó a su médico de qué se va a morir y que le respondió: “De viejo; tú eres como un camión viejo”. Ahora su tono es transcendental:

“He vivido”.

Pero no encuentra la manera de morir. Intenta abandonarse, intenta decir que está listo, pero la vida se impone, parece cobrarle ese momento de debilidad hace tres décadas, cuando la bancarrota lo condujo al borde del suicidio, y una circunstancia milagrosa lo llevó a reinventarse fuera de su país.

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“El ciclo está completo”, dice sin convencimiento. “Todo en la vida es ciclos. Ya no tengo más que dar”.

Nació en Cartagena y quedó huérfano muy temprano. Bromea diciendo que, en su caso, no puede decir que la longevidad sea hereditaria. Fue actor de cine, administrador de un teatro y muchas otras cosas, hasta que encontró una cámara y se dedicó a plasmar las sencillas maravillas de la vida cotidiana. Amó y fue amado con intensidad (“dos cosas enamoran a las mujeres: la fotografía y el baile”). En Nueva York tuvo una segunda juventud. Se movía feliz en los trenes. Seguía creando series fotográficas. Cultivó el gusto exquisito por los espectáculos de ballet. Hace unas semanas empezó a invadirlo una debilidad de la que no parece capaz de reponerse.

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“Mi reflexión no es una reflexión loca. Tengo proyectos, pero si no tengo el fuego suficiente para qué pensar en eso. Si estuviera bien diría: ‘Tengo que curarme para hacerlos’”.

Está contento porque en Colombia acaba de salir un libro hermoso con sus fotografías. El tesoro fotográfico que deja es invaluable. Sabe –hace mucho lo supo– que por mucho que viva el reconocimiento de su país solo vendrá cuando se muera. Sólo hay una persona en este mundo que conoce el valor verdadero de todo lo que ha hecho: Nereo mismo, ese hombre digno y reducido que trata de resignarse, de abandonarse a la muerte, para después alzar el rostro y seguir vivo.

Entonces entrega destilada su larga reflexión: “Colombia es un país bello… es hermoso. Bello, bello. Lo que pasa es que lo maltratan. Lo llevan por el abismo”.

Nueva York, Agosto de 2015

La periodista y escritora Jackeline Donado y el escritor Gustavo Arango estuvieron cerca del genial fotógrafo desde que llegó a Nueva York en el año 2000.

Nereo López, el hombre que amaba vivir

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Nereo, en su lecho de enfermo. Foto: Javier Castaño (QueensLatino.com)

Nueva York. Ago/29/2015. Por QueensLatino.com  Al fotógrafo colombiano Nereo López le faltó menos de un mes para cumplir 95 años, pero le sobró tiempo para amar la fotografía y disfrutar la vida a plenitud. Nereo murió en el cuarto 1065 del centro de rehabilitación Isabella del alto Manhattan el  25 de agosto del 2015 a las 7:58  de la mañana. Su hija Liza López estaba a su lado. “Sentí un desazón terrible en Bogotá y tomé un avión a Nueva York para visitar a mi papá”, dijo Liza López, quien aterrizó esta madrugada en el Aeropuerto Kennedy. “Fue un encuentro muy bonito y espiritual. Me dijo que había vivido a plenitud y que no le envidiaba a nadie nada. Lo abracé y lo besé y comenzó a respirar con mucha tranquilidad. Murió en paz. Lloré a su lado y luego le avisé a las enfermeras”.

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Nereo López. Foto Javier Suarez

Nereo no estaba enfermo. Simplemente no quiso comer más y tampoco permitió que lo conectaran para prolongar su existencia. “No tengo energía y así no vale la pena vivir”, dijo el fotógrafo que nació el primero de septiembre de 1920 en Cartagena. Algunos días antes de su muerte, Nereo escuchó varias versiones de Granada, su canción preferida, y le dio instrucciones a su hija Liza, quien vive en Bogotá y lo visitó varias veces antes que falleciera. Nereo será cremado y sus amigos en la Gran Manzana se reunirán para esparcir sus cenizas en el Atlántico, el mismo mar que lo vio nacer. “He vivido y he sentido el amor de mis amigos en estos últimos días”, dijo Nereo pocos días antes de morir. “Nereo se muere de buena salud”, decían algunos miembros de su familia y amigos que fueron testigos de su fortaleza física. Pero morir no es fácil. A pesar de que comía muy poco en su cama de enfermo, sorbos de sopa de pollo dominicana y agua de coco, a Nereo le tomó varias semanas dejar de respirar.

Desde el año pasado no se sentía bien, le dolían las piernas y se cansaba con facilidad. Vivía en un apartamento de propiedad de la ciudad de Nueva York en la calle 126 y Lexington Avenue, en Harlem. Allí guardaba sus negativos y fotografías y se imaginaba los libros y proyectos que anhelaba realizar después de 70 años de tomar fotografías. Le encantaba el baile, el ron, las mujeres y mamar gallo. Comía despacio y le fascinaba probar de todo, como fue su filosofía de vida.

En los últimos meses había sido internado en los hospitales Metropolitano y Lenox de Manhattan debido a su depresión senil y a la anemia que le causó su falta de apetito.Decidió no comer. Nereo había perdido mucho peso, se veía demacrado y hablaba con dificultad. Murió de viejo y nunca dejó de hacer chistes. “Con calma, con calma”, le decía a las enfermeras que lo atendían y se sorprendía de su fortaleza.

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Nereo López, siempre alegre, divertido y optimista. Foto tomada por León Darío López

“Estoy lanzando mis últimos papeles”, le dijo Nereo al fotógrafo Oscar Frassercuando fue a visitarlo pocos días antes de morir. Comenzaba a oscurecer y la luz rojiza del sol de Nueva York invadía su cuarto. Su hija Liza no se despegaba del lado de su cama. Carlos Gaviria, quien vive en el mismo edificio de Nereo, siempre estuvo pendiente de su salud y bienestar, al igual que Jacqueline Donado, entre las personas más cercanas a Nereo.

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En la imagen, la periodista y escritora Jackeline Donado en uno de los muchos homenajes y presentaciones que esta compatriota le dedicó en los 15 años que vivió el maestro en Nueva York. Foto Javier Suárez

Clara Angel es mi representante legal”, dijo Nereo. “Y nadie tiene documento alguno para hacer más libros de mi papá o usar sus fotos como le convenga”, añadió su hija Liza. Por ahora, las 24 cajas con el archivo de Nereo fueron enviadas a Miami en donde vive su otra hija. Nereo también tiene un hijo que vive en Venezuela.

Nereo comenzó a vivir definitivamente en la ciudad de Nueva York desde el 2000. Le hubiera gustado fotografiar ese hermoso atardecer de Nueva York desde su cuarto de enfermo, pero estaba demasiado débil para levantar su cámara y caminar hasta la ventana. El puente Washington y los Palisades del estado de Nueva Jersey se apreciaban desde su última morada.

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El maestro Nereo López Meza

“Para mi la vida es hacer fotos, pero ya lo físico no me responde… Ah, y el sexo…”, dijo Nereo en un video sobre su vida que se produjo en el 2009. Vea aquí ese video sobre la vida y obra del Fotografo Nereo Lopez.

Nereo fotografío toda Colombia como muy pocas personas lo han hecho. En nueva York no se quedó quieto, realizó exhibiciones, inició proyectos fotográficos, aprendióPhotoshop y tomó fotos con su cámara digital con la misma fascinación que lo hizo con su cámara de fuelle en los años 40, al inicio de su carrera. Nereo fue de los primeros que tomó fotos de mujeres desnudas en Colombia e inventó una técnica llamada transfografía.

Fue amigo de Rafael Escalona, Alejando Obregón y Gabriel García Márquez, a quien acompañó a Estocolmo a recibir el Premio Nobel de Literatura. En 1954 fue el director de fotografía y actuó en la película La langosta azul. “La más famosa y la más mala que se ha hecho en Colombia”, dijo Nereo este año durante el Festival de Cine de la Habana de Nueva York. Este año Nereo también participó como invitado especial en la Feria del Libro de Bogotá, Colombia.

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Nereo, al centro, de sombrero, acompañado de un grupo de amigos y admiradores en la librería Barco de Papel de Jackson Heights, Queens. Foto tomada de Queenslatino.com)

En 1964 la crítica de arte Marta Traba lo invitó a exhibir sus fotografías en el Museo de Arte Moderno de Bogotá bajo el título “El hombre de cada día”. Cubrió la visita del Papa Pablo VI a Colombia en 1968. Exhibió en Nueva York, Praga, Moscú, Madrid, Ciudad de México y otras ciudades de Colombia y el mundo. En 1996 publica el libro Nereo 50 años viendo, acompañado de una exhibición en la Biblioteca Nacional de Colombia.

En 1997 recibió la Medalla de Honor del Ministerio de Cultura de Colombia y en el 2000 obtuvo la Cruz de Boyacá, la más alta distinción cultural en Colombia. Fue invitado a dictar charlas en varias universidades de los Estados Unidos, como en el 2006 cuando habló sobre “El Caribe Colombiano” en la Universidad de Harvard, estado de Massachussets.

Nereo fotografió el río Magdalena cuando era navegable. Hizo imágenes decorralejas, se metió a los llanos y dejó miles de negativos e imágenes de Bogotá del medio siglo. Trabajó para la revista Cromos y para la revista brasilera O Cruceiro, “en donde aprendí a crear historias con mi cámara, como aquella serie de 30 imágenes sobre los niños que no ríen porque tienen que trabajar”.

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Nereo fue un reportero nato. No le gustaba tomar fotos de flores o naturaleza muerta porque le fascinaba compartir con los vivos, interactuar con las personas. Tuvo un apartamento en el vecindario Las Aguas de Bogotá y llegó a tener una escuela de fotografía que tuvo que cerrar por problemas financieros. Trató de suicidarse. Por eso eligió vivir en Nueva York y porque estaba cansado de ser usado por “amigos”, publicaciones y galerías que le robaban sus fotos y negativos.

Le encantaba Nueva York y el 29 de abril del 2009 se convirtió en ciudadano estadounidense en la Corte Federal de Brooklyn, aunque no le gustaba mencionarlo “porque los colombianos me insultarían y me dirían malpatriota”. Ese día tuvo la compañía de Cilia Negrete y de quien escribe este artículo.

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Sonriendo y firmando su libro Nereo: Imágenes de medio siglo, frente a su hija Liza López y su nieta Liza en el 2009 en la librería Barnes & Noble de Manhattan. Tomada de Queenslatino.com

Le preocupaba Colombia, pero en Nueva York aprendió a ser más latinoamericano. “Si estuviera en Colombia ya me hubiera muerto de tedio y de otras cosas desagradables que pasan en ese país”, dijo Nereo. “Me va a pasar como los grandes maestros que cuando llegan a la gloria ya no pueden disfrutarla”.

Pero no fue así. Nereo disfrutó de sus amigos, bailó hasta el amanecer después de los 90 años, recorrió las calles de Nueva York a las dos de la madrugada, nevando y con temperaturas por debajo de cero. No se amedrentaba porque quería seguir viviendo y experimentando. “Todo esto me gusta y lo disfruto”, decía Nereo mientras se tomaba un ron para calentarse y se ponía los guantes, la gorra, la bufanda y el abrigo negro para desafiar las bajas temperaturas de la Gran Manzana. Caminaba despacio y de vez en cuando sacaba su cámara digital para capturar la sonrisa de una mujer en cualquier estación del tren de Nueva York.

Para Mario Picayo, editor del libro Nereo: Imágenes de medio siglo, de Editorial Campana, 2008, “Nereo fue el gran fotógrafo de su pueblo, del colombiano y latinoamericano. Cámara al hombro recorrió su país como pocos lo han hecho e invitó a lectores de revistas de las décadas cincuenta, sesenta y setenta a ingresar en mundos cercanos o totalmente  desconocidos.  Nereo sensibilizó al espectador sobre la realidad de nuestra América pobre, digna y diversa con impactantes ensayos fotográficos que demostraban su genio artístico y su calidad humana”.

Siguiendo las manecillas del reloj, desde arriba, Nereo tomando fotos en el desaparecido Five Point de Long Island City, en su apartamento de Manhattan, celebrando el año nuevo el 31 de diciembre del 2014, sosteniendo su ciudadanía estadounidense frente a la Corte Federal de Brooklyn y envuelto en su bufanda para enfrentar el frío de Nueva York. Fotos Javier Castaño
Siguiendo las manecillas del reloj, desde arriba, Nereo tomando fotos en el desaparecido Five Points de Long Island City, en su apartamento de Manhattan, celebrando el año nuevo el 31 de diciembre del 2014, sosteniendo su ciudadanía estadounidense frente a la Corte Federal de Brooklyn y envuelto en su bufanda para enfrentar el frío de Nueva York. Fotos Javier Castaño

“Durante la última parte de su trayectoria profesional, Nereo vivió en la ciudad de Nueva York en donde fotnereo2enfocó aún más su experiencia fotográfica, incluyendo la fotografía digital y el programa Photoshop como elementos emergentes de su visión artística. Como constante innovador, Nereo expandió su estética a Nueva York, documentando la expulsión del mercado de trabajo de los obreros inmigrantes de Willets Point, Queens, y capturando la vida cotidiana en las estaciones de los trenes con el fin de reflejar la auténtica experiencia democrática de esta ciudad”, dijo Arturo Ignacio Sánchez, profesor de Planificación Urbana en CUNY. “Nereo fue un artista de todas las épocas y un cronista de diversos lugares y personajes. Mientras que Nereo ha establecido su lugar en la historia de la fotografía contemporánea, vamos a extrañar su visión democrática”.

El periodista Todd Heisler del New York Times describió de la siguiente manera el trabajo de Nereo el 2 de enero del 2013: “Nereo documentó su país con la misma dedicación y talento como otros fotógrafos estadounidenses o europeos. Sus imágenes muestran el heroísmo diario de sus compatriotas. Es sincero, sin maquillaje y posee una visión empática que ayuda a entender a Colombia”.